21/8/12

Capítulo 7


Estoy viviendo (4)
Aparqué el coche un poco lejos de casa, pero no me importó demasiado. Cogí el papel con el número del asiento del copiloto para preguntarle a Tania si era suyo .
-¿Hola? – dije nada más abrir la puerta. Nadie contestó, pero la puerta no estaba cerrada con llave y la luz de la cocina estaba encendida, así que me imaginé quienes dos estarían en la habitación.
Como no podía entrar a mi cuarto (porque también era el cuarto de Tania y teníamos una norma que… Bueno, básicamente, mi presencia sobraba un poco en ese momento) ni preguntarle a Tania de quién era ese número, me senté en el sofá. Encendí la televisión, cogí algo de sobras de la nevera como casi todas las noches y estuve haciendo zapping un buen rato. Pero la verdad es que no le presté demasiada atención a la televisión ni a la comida.
Al poco tiempo me di cuenta de que no hacía ni frío ni calor, que se estaba demasiado a gusto, y me decidí a dar una vuelta por el barrio.  Había anochecido y no había casi luna. Iba a salir sólo con las llaves, pero cogí el folio y el móvil en el último segundo.
Estuve dando algunas vueltas por la calle hasta que llegué a un parque. La mayoría de las farolas estaban casi apagadas, por no hablar de las que estaban totalmente oscuras. Había varias personas paseando a perros, algunas parejas empalagosas y dos o tres amigos en un banco hablando en voz baja (lo que no voy a decir que no me extrañó).
Llevaba una chaqueta fina, y saqué de uno de sus bolsillos el papel con el número.
-¿Y si llamo? – pensé – Me ahorraría tener que preguntarle a Tania, además igual me llevo alguna sorpresa.
Me quedé unos minutos más pensando con el papel encima de mis muslos, pero terminé sacando el móvil  y marcándolo.
El teléfono sonó varias veces antes de que la llamada se cortase. Lo dejé a mi derecha y suspiré un poco.
-Pero, ¿se puede saber que te esperabas? – me dije - ¿Que contestara un chico con una voz súper seductora y en dos días estuvierais súper enamorados? Me parece a mi que imaginas demasiado. Seguramente sea el número de un publicista de Tania, o algún bloggero o diseñador web que prometió llamar y se le ha olvidado su número en el coche, nada más.
Me di una palmada fuerte en la frente de “recompensa”, arrastré mi mano por el pelo y cogí el móvil. Miré el papel y estuve a punto de arrugarlo y tirarlo al suelo, pero recordé que era de Tania y que quizás (sólo quizás) le fuera útil. Me levanté el banco sin ganas y guardé ambas cosas en mis bolsillos.
Eran casi las diez y media, pero no me importaba demasiado la hora. Empecé a avanzar hacia casa despacio, sabía perfectamente que Tania y Mario se quedarían allí hasta que yo tuviera que echarlos, pero no tenía demasiada prisa.
En el fondo quería alargar la vuelta a casa lo suficiente para ver si ese alguien me devolvía la llamada.

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